Xenia (Grecia | Francia | Bélgica | 2014)
Dirigida por Panos H. Koutras
Los elementos fantásticos se mueven con dificultad al lado de los elementos realistas más convencionales en este híbrido desigual de comedia de padre ausente y drama de carretera basado en Creta y Grecia. La presencia de una pistola como recurso argumental no me gustó nada.
Tras la muerte de su madre, Dany, un adorable chico albanés de 16 años obsesionado con el azúcar, abandona Creta para buscar a su hermano mayor, decirle que su madre ha muerto y encontrar a su verdadero padre. Por el camino, su hermano prueba para el Greek Star, que es exactamente lo que se podría pensar; Dany se pelea con unos homófobos skinheads y dispara a uno de ellos; los hermanos huyen para salvar sus vidas y se alojan en un hotel abandonado llamado Xenia; Dany se enfrenta al tipo rico que puede o no ser su verdadero padre. Entre medias, nos presentan al dueño de un club nocturno, que probablemente sea el verdadero padre de Dany, nos deleitan con algunos números de baile divertidos y espontáneos, y nos encantan, o no, un par de divertidas secuencias de efectos especiales de bajo presupuesto en las que interviene un conejo gigante de peluche y un campo de hierba que se convierte en un pecho peludo para que Dany descanse sobre él. Hay un par de breves coqueteos con el incesto entre hermanos, por si sirve de algo.
El director Panos H. Koutras parece haberse inspirado principalmente en la superior y más consistentemente realizada Animals, dirigida por Marçal Forés, y quizá en Ma Vie en Rose, con un poco de Donnie Darko. Pero cae presa de una tendencia muy americana a utilizar el arma de fuego en una película como garrote, pegamento, cemento y masilla para que nadie arriesgue respuestas emocionales matizadas, por no hablar del misterio.
Aun así, los impulsos parecen sinceros y es difícil dejar de ver a Kostas Nikouli como el incontenible y un poco malote Dany. Sin embargo, muchas cosas son increíbles, no fantasiosas.
